lunes, marzo 09, 2009

Los médium y la loteria: Una historia personal

Una ironía, o un sarcasmo quizás, que algunos escépticos gustan esgrimir contra las personas que son medium o psíquicos, es la pregunta: ¿Si en verdad son psíquicos, por qué no adivinan la lotería y se hacen ricos? Lo que siempre me recuerda mi propia experiencia hogareña sobre mediums y lotería. Se trata de algo que aconteció cuando yo era pequeño en Cuba, pero para contarlo se requiere una breve introducción sobre la situación cubana en aquellos turbulentos tiempos de los años 60.

Luego del triunfo de la revolución cubana en 1959, una de las primeras medidas del nuevo gobierno fue la intervención de los negocios privados por lo cual muchas personas quedaron sin empleo, entre ellos mi padre Evelio que era contador y su socio Camilo que era abogado, quienes tenían un bufete en la calle Zanja, la cual era una popular avenida comercial en La Habana de aquellos tiempos.

A las personas que quedaban sin empleo por la confiscación de sus negocios y propiedades, el nuevo gobierno revolucionario les ofrecía algún trabajo como enterrador en el cementerio, o en la agricultura; como el corte de caña, la recogida de papas, etc. No sé si era una forma de humillación o para decirle a esos antiguos propietarios de negocios que el nuevo gobierno revolucionario y socialista ya no los necesitaba porque ahora "todo pertenecía al pueblo", es decir, al Estado. En cualquier caso, mi padre no lo aceptó y nunca trabajó para ese Estado que de hecho se había convertido en el único empleador y propietario absoluto de todos los medios de producción, según la doctrina marxista-leninista que ya se imponía en la isla. Obviamente la situación económica se hizo muy precaria pues a partir de ese momento nuestra familia de cuatro personas (mi padre, mi madre, mi hermana y yo) dependía para vivir de algunas cosas que mi padre aún tenía y podía ir vendiendo poco a poco: un terreno en Peñas Altas cerca de la playa Guanabo, el carro Packard del 53 que teníamos y hasta el aire acondicionado del apartamento donde vivíamos en Santo Suarez, o cualquier otra cosa que se pudiera considerar un "lujo" innecesario. Además en 1961 el nuevo gobierno revolucionario sorpresivamente hizo un arbitrario cambio de moneda con estrictas limitaciones en cuanto a las cantidades que se podían cambiar, lo cual acabó con nuestros ahorros y el de muchas familias cubanas, y eso también nos afectó bastante.

A pesar de todo eso mi padre nunca quiso irse del país por no abandonar a mi hermano mayor que pertenecía a la organización estudiantil universitaria 13 de Marzo y ahora había sido condenado a diez años de prisión por cometer lo que el gobierno llamaba "delitos contrarevolucionarios", es decir, solo por participar en actividades políticas en oposición al nuevo gobierno; años que cumplió como preso político aunque el gobierno cubano no reconozca ese término legal.

Hasta ahi nuestra situación era similar a la de muchas familias cubanas en esos tiempos. Lo diferente en nuestro caso estaba en una especie de tradición familiar que existía sobre el estudio del Espiritismo Kardeciano (filosofía basada en los libros de Allan Kardec) además por supuesto de la tradición católica, como era normal en la mayoría de los cubanos de entonces, sin ninguna contradicción entre ambas cosas pués se entendía que el cristianismo era la religión y el espiritismo de Kardec era la filosofía; cosas diferentes pero relacionadas.

La tradición del espiritismo nos llegaba de mi abuelo, Justo, un inmigrante español quien además de médico naturista fue uno de los pioneros del espiritismo kardeciano en Cuba, fundador de la Sociedad Espiritista de Colón en la provincia de Matanzas en el año 1910, la cual más tarde pasó a formar parte de la Sociedad Espiritista Cubana cuando la familia de mi abuelo se mudó a La Habana. Gracias a esta tradición en mi casa a veces se reunían personas con diferentes facultades mediúmnicas o psíquicas, algunos de los cuales eran familiares, como el caso de un tío por parte de padre, Rodolfito, que era un excelente medium psicógrafo (medium de escritura automática) quien solía recibir comunicaciones que parecían provenir de una fuente espiritual muy elevada, y mi propia madre, Hilda, que era medium de trance.

Mi madre era una mujer excepcional; esposa, ama de casa, madre ejemplar de tres hijos, abuela de varios nietos, mujer de fuerte fe católica, devota de Santa Bárbara y Teresa de Jesús. Desde niña mi madre también tenía la facultad de la mediunmidad psíquica, la cual se manifestaba cuando ella se permitía a sí misma entrar en un estado de trance, para entonces poder responder preguntas y suministrar información verídica proveniente de una guía espiritual que se hacía llamar Juana y que la acompañaba mientras estaba en ese estado; aunque ella con excesiva modestia decía que aún necesitaba desarrollar su mediumnidad y solo lo hacía algunas pocas veces dentro de un círculo familiar. Fue a través de esas personas muy especiales, mi madre Hilda y mi tio Rodolfito, que aprendí de primera mano qué es el espiritismo y pude experimentar fenómenos que me dieron convincentes evidencias sobre la realidad del mundo espiritual, como ningún ejercicio intelectual o lectura de libros pudiera haberlo hecho; lo que luego me motivó a estudiar Física pensando que quizás podría encontrar una explicación científica para esos fenómenos -- pero eso sería otra historia y no quiero salirme del tema.

En tales excrusiantes condiciones económicas y sociales no era extraño que mi madre buscara ayuda en sus guías espirituales (o ángeles guardianes para los que prefieran llamarlos de esa manera) que son esos seres invisibles que nos protegen y acompañan en nuestro viaje por el planeta tierra. Pero como ella no se consideraba una medium "desarrollada", frecuentemente prefería consultar a otra medium más desarrollada que era de toda su confianza. Se trataba de Angelita cuya fascinante historia personal pudiera ser material para escribir un libro completo.

Angelita era una excepcional medium clarividente cuyas facultades aparecen luego de un accidente automovilístico casi fatal. El accidente fue para ella un transformador evento espiritual, similar a lo que hoy en día llaman Experiencia Cercana a la Muerte, aunque por supuesto en esos tiempos no se utilizaba esa terminología científica. Como resultado del accidente Angelita había quedado inválida, a pesar de lo cual comenzó a dar consultas espirituales desde su silla de ruedas a las personas que la visitaban en su casa. Las consultas de Angelita eran especiales por varias razones. Primero porque ella las consideraba una misión y una labor de caridad, por lo cual no cobraba por los consejos que daba (o que los espíritus daban a través de ella) aunque las personas al final de la visita solían dejar alguna donación. Segundo porque esas actividades se hacían como una reunión de amigos, todos sentados alrededor de Angelita en la amplia sala de su casa estilo colonial, donde se hablaba de muchas cosas, no necesariamente de espiritismo. Es decir, que no eran consultas privadas como las que acostumbraban hacer otros mediums, o las tradicionales sesiones de mediumnidad en los centros espiritistas, ni se hacían círculos tomados de las manos como en las iglesias espiritualistas, ni se buscaba explícitamente "hablar con los muertos".

Durante esas reuniones era normal que en algún momento Angelita se dirigiera directamente a alguno de los presentes y le dijera "me están diciendo una cosa para ti" o "tengo algo para ti", y entonces pasara a revelar el mensaje de los guías para esa persona. El mensaje generalmente era escuchado por todos los presentes, excepto cuando por su naturaleza se trataba de algo privado y entonces Angelita llamaba a la persona interesada para que se acercara a ella y le decía el mensaje al oído. Angelita siempre trataba de ser cuidadosa en cuanto a la fuente de la información, por ejemplo algunas veces decía "estoy viendo esto" o "estoy viendo a esta persona en tal lugar haciendo tal cosa" para referirse a información obtenida por ella misma a través de su clarividencia, mientras que otras veces decía "me están diciendo esto" para referirse a los mensajes de los guías espirituales que generalmente daban respuesta a una pregunta o preocupación expresada por alguna persona. Respuesta que generalmente tenía un caracter práctico de ayuda o posible solución a un problema, aunque siempre se dejaba margen para el uso del libre albedrío personal. Por ejemplo, Angelita podía responderle a alguien: "Me están diciendo que hagas lo que ya has decidido hacer", o "Me dicen que tu sospecha es cierta", etc.

Así por fin llegamos al tema que nos ocupa, el de la lotería y los medium. Sucedía en Cuba que, a pesar que la revolución socialista acabó con la lotería nacional, destruyó las máquinas traga monedas y prohibió los juegos "de interés" por ser "reminiscencias del pasado capitalista burgués", en algunos lugares la gente continuó jugando. Incluso se jugaba a la lotería de Venezuela y de otros países que se podían escuchar en la radio de onda corta. Por otro lado algunos juegos de mesa y de azar tradicionalmente siempre fueron una importante forma de entretenimiento en la cultura cubana. No es de extrañar entonces que esos juegos también fueran un pasatiempo importante en la vida de mi madre y que ella fuera casi una experta en varios de ellos, desde el popular dominó hasta los complicados juegos de cartas españolas o americanas.

Ocurrió entonces en una de esas visitas a casa de Angelita, durante una de las mayores crisis familiares por las que pasamos, que ella le confirmó a mi madre los números ganadores de la lotería con las siguientes instrucciones muy precisas: "Me dijeron que juegues los números que has escogido por una semana pero que debes apostar esta cantidad". Mi madre así lo hizo, por supuesto, puso a jugar los números diariamente por una semana y al penúltimo se sacó el premio gordo. El dinero recibido resultó suficiente para cubrir los gastos familiares por un tiempo en que pudimos vivir bastante desahogados financieramente. Luego, cuando mi madre fue a darle las gracias a Angelita y a sus guías espirituales, como corresponde en casos como estos, Angelita le aconsejó que no comentara lo ocurrido con nadie más.

Habiendo sido testigo presencial de tan extraordinario suceso, con típica ingenuidad infantil luego le pregunté a mi madre por qué no había aprovechado la oportunidad para apostar más y ganar mucho más dinero.

"Con eso no se juega" dijo mi madre. "Defraudar la confianza de los guías espirituales tendría graves consecuencias para nosotros y para Angelita", continuó explicándome. "Angelita podría perder su mediumnidad o perder la conexión especial que ella tiene con esos espíritus elevados y a nosotros nos pudieran pasar muchas otras cosas, pudiera suceder que nos enfermermáramos y entonces tendríamos que usar ese dinero en medicinas o quién sabe qué otras cosas pudieran pasar pero nada bueno saldría de ello", concluyó.

Con el tiempo entendí que ella me estaba enseñando una regla de conducta básica, esa a la que se refiere el aforismo bíblico de que "cosechamos lo que sembramos" y que Kardec llamaba "ley de causa y efecto"; enseñanza que ha quedado conmigo para toda mi vida y que le agradezco infinitamente. Gracias Mima.

6 comentarios:

  1. Siempre paso por aquí, disfruto mucho de tus escritos. Experiencia y conocimiento, una combinacion perfecta. Un abrazo.

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  2. Gracias por tus amables palabras, Elsie. Te he dejado un comentario en tu Blog.
    Saludos,
    Ulysses

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  3. Anónimo8:05 a.m.

    Gracias por el texto, Ulysses. Me gustó y conmovió mucho. Como sabes, los relatos sobre experiencias personales son para mi la fuente favorita de adquisición de conocimiento (quizás por mi amor a la narrativa)

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  4. Anónimo9:22 a.m.

    Ulysses, me ha gustado mucho la historia. Coincido con la moraleja y con el sentido de responsabilidad de la misma. Por cierto, una de mis abuelas, también era medium de trance, pero al igual que tu madre lo hacía poco y prefería buscar otros más experimentados que fueran de su confianza, como es natural. Y también jugaba a la charada, durnate un tiempo ganamos dinero, digo ganamos porque ella jugaba pero me pedía que hiciera operaciones con las cifras que salían y acertamos. Y nunca se me olvida que una vez le perdí el reloj a mi hermana en la guagua, te puedes imaginar la que se montó en casa... Pues mi abuela decidió jugar el número que correspondia o se podía asociar con reloj y voilá, ganó suficiente dinero para poder comprar otro nuevo. Un abrazo,Víctor

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  5. Su madre actuó dentro de lo permitido.

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  6. Hoy volví de vuelta a su Blog que está en Favoritos, y releí este post o artículo, que me pareció aún mejor que cuando lo leí la primera vez. Excelente.

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